Hay situaciones en la vida en las que
“tocamos fondo” y no podemos salir: en esa profundidad está Dios. Y Dios nos
conoce en esos bajos fondos.
Señor, tú me
sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis
pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso, todas mis
sendas te son familiares. (Salmo 138)
La actitud más genuina del Dios de Jesús es salir a buscar
lo que estaba perdido.
No estamos muy acostumbrados a estas cosas en en algunas
religiones donde las actitudes predominantes han sido el predicar el castigo
como elemento primario de alcanzar la Gracia del Padre.
Sin embargo el Dios del Maestro Jesús no se queda tan
tranquilo ante nuestros hundimientos. Jesús demostró su obediencia al Padre al
descender a los infiernos a pesar de su condición divina, es decir que bajo
hasta las profundidades de la condición humana para demostrar el poder del amor
y de la palabra predicada durante su vida.
Humanamente cuanto más íntimo es algo que se pierde o que
perdemos, mayor es el sufrimiento. Cuando nos perdemos, sufrimos nosotros,
sufren quienes conviven con nosotros; y sufre Dios. Por eso Dios sale disparado
al encuentro de la oveja, del dracma, de su hijo perdido.
La actitud cristiana es salir al encuentro, buscar, acoger al que está sufriendo, al que está perdido.
La actitud cristiana es salir al encuentro, buscar, acoger al que está sufriendo, al que está perdido.
En los evangelios se muestra
El
amor del padre que se dirige hacia el único hijo perdido, el hijo mayor está en
casa (planteará otros problemas). El Padre prefiere perderse él a perder un
hijo.
El
buen pastor busca la oveja perdida, las otras 99 están en el redil. Prefiere
arriesgar su vida para encontrar lo que estaba perdido.
Aquella
mujer busca el dracma perdido fuera de la comunidad, los otros nueve está en
comunidad.
El sufrimiento del Padre por un hijo perdido expresa el valor y amor que siente
por cada ser humano siente por cada uno. Un solo ser humano tiene un valor
infinito para Dios.
Por ello y sobre todo cuando en lo más profundo de nuestro interior, nos
sentimos “lejos de casa”, perdidos, quizás “medio muertos”, precisamente en
esas situaciones,
DIOS ESTÁ EN NUESTRA
PROFUNDIDAD.
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