sábado, 4 de junio de 2016

         Hay situaciones en la vida en las que “tocamos fondo” y no podemos salir: en esa profundidad está Dios. Y Dios nos conoce en esos bajos fondos.

Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis
pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. (Salmo 138)

La actitud más genuina del Dios de Jesús es salir a buscar lo que estaba perdido.

No estamos muy acostumbrados a estas cosas en en algunas religiones donde las actitudes predominantes han sido el predicar el castigo como elemento primario de alcanzar la Gracia del Padre.

Sin embargo el Dios del Maestro Jesús no se queda tan tranquilo ante nuestros hundimientos. Jesús demostró su obediencia al Padre al descender a los infiernos a pesar de su condición divina, es decir que bajo hasta las profundidades de la condición humana para demostrar el poder del amor y de la palabra predicada durante su vida.

Humanamente cuanto más íntimo es algo que se pierde o que perdemos, mayor es el sufrimiento. Cuando nos perdemos, sufrimos nosotros, sufren quienes conviven con nosotros; y sufre Dios. Por eso Dios sale disparado al encuentro de la oveja, del dracma, de su hijo perdido. 
La actitud cristiana es salir al encuentro, buscar, acoger al que está sufriendo, al que está perdido.
En los evangelios se muestra

El amor del padre que se dirige hacia el único hijo perdido, el hijo mayor está en casa (planteará otros problemas). El Padre prefiere perderse él a perder un hijo.
El buen pastor busca la oveja perdida, las otras 99 están en el redil. Prefiere arriesgar su vida para encontrar lo que estaba perdido.
Aquella mujer busca el dracma perdido fuera de la comunidad, los otros nueve está en comunidad.

         El sufrimiento del Padre por un hijo perdido expresa el valor y amor que siente por cada ser humano siente por cada uno. Un solo ser humano tiene un valor infinito para Dios.

         Por ello y sobre todo cuando en lo más profundo de nuestro interior, nos sentimos “lejos de casa”, perdidos, quizás “medio muertos”, precisamente en esas situaciones,


DIOS ESTÁ EN NUESTRA PROFUNDIDAD.

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